viernes, 22 de mayo de 2020

Aquella piedra (Valeria Solís)

  Llegó a la casa abandonada y abrió la puerta con miedo. Allí no pudo creer lo que vio. Parece ser que ya la habían tomado, pero, ¿quién lo habrá cogido? No siempre se sabe el final de una historia…

Mi madre es una pesada. Todos los días la misma historia. Que Sana no limpia, que Sana no estudia, que Sana no hace deberes. Me pone de los nervios. Por cierto, sí. Mi nombre es Sana, bueno, es un apodo. En realidad, me llamo Sandra, pero prefiero que me llamen Sana. A ver yo reconozco que me he descuidado un poco de mis estudios y de la familia, pero es que hace poco encontré una piedra muy misteriosa en mi jardín y no paro de examinarlo… Lo llevé al instituto para enseñárselo al profesor de biología, pero me dijo que era una simple piedra. Había noches en las que brillaba un montón, tanto que una vez casi me quedaba sin ojos. La verdad, me encantaría que más personas conocieran mi gran descubrimiento. Creo que se lo enseñaré a Iñaki y a Paola. A Lucas… No, mejor a él no…

-A ver, qué nos quieres contar ahora, Sana. Que nos tienes acorralados.
- No, no. No os asustéis. Solo os invito a una fiesta de pijamas hoy por la noche.
- ¿En serio? ¿Tu madre te ha dejado?
- No, pero si hago mi cama durante una semana, seguro que me deja.
- Oye, Sana, ¿le aviso a mi hermano?
- ¡¡No!! Es que quiero deciros algo, pero solo a vosotros y porque… No quiero que venga…
- Es verdad. Que se me olvidó el pequeño detalle…
- No importa, eso es pasado…

Nos lo pasamos muy bien esa noche, pero había una cosa que me dejó de piedra. Les conté sobre la piedra que encontré y les dije que tenían que esperar, más o menos en la madrugada, para ver cómo brillaba. Yo fui la primera en darme cuenta y, rápidamente, les desperté a Iñaki y a Paola. Les señalé la piedra que estaba brillando, pero me dijeron que no veían nada… Yo solo veía la piedra brillar. De repente, me levanté, pero no era yo. Yo no quería levantarme, pero era como si mi cuerpo me obligara. La luz de la piedra me empezó a mostrar un camino. Desde ese momento, para mí, ya no existían ni Iñaki, ni Paola…Siguiendo el camino que iluminaba la luz de la piedra, acabé en una casa, parecía abandonada. Entré sin miedo. Cuando entré a esa casa, en cada sala, había acertijos que yo tenía que adivinar o si no, no salía de ahí. Alguien estaba jugando conmigo, pero de una manera molesta… Algo que me impresionó es que cuando acertaba, encontraba pedazos de piedra, similares al que encontré en mi jardín. Cuando ya tenía todos los pedazos decidí unirlos. Era una joya preciosa. De repente, otro acertijo apareció de la nada: “¿Quién fue tu mejor amigo de la infancia?”. Qué pregunta más fácil… Cuando la respondí, aparecí delante de… Lucas. Había un agujero que tenía la forma de la joya que formé. La dejé y me fui de ahí lo más rápido que pude. No me puedo creer que todo eso lo haya hecho él…

Decidí mantener todo esto en secreto. No quería preocupar a Iñaki… Algún día estaré decidida a volver a ese lugar para saber que le ha pasado con la joya y con ese cobarde… Menos mal que ahora me gusta su hermano…

(Valeria Solís, 2º C)

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