miércoles, 1 de abril de 2020

Cuando llegan los extraños (Alicia)


El sol llegaba hasta la punta de la nariz del Hombre, sentado en una silla de metal y rodeado de un jardín de flores mientras sorbía un té o una manzanilla tibia que empezaba ya a darle asco. Pero la sorbía como acto reflejo, como el que da un golpe en la mesa al comprobar que se expone en ella el cadáver abierto de una mosca.

Hacía ya veinte años que el Hombre se sentaba en la silla, y el Perro le lamía los pies. A veces, cuando el hambre afectaba al estómago, el Perro podía incluso mordisquear un poco los gordos dedos que se asomaban en las zapatillas de plástico azul.
Era invierno pero podía ser también inicio de primavera porque el sol caía en una lividez muerta y plácida.

La muerte y la placidez van de la mano. Como la cuerda acompaña a la niña en el parque.

Desde hacía unos días el Hombre había sentido que Alguien había ocupado su vivienda. Y ese Alguien no estaba solo en su cabeza. El Perro había huido a su pequeño cobertizo de madera mohosa y se había echado a temblar. O a llorar. El Hombre no sabía mucho de perros y tampoco sabía mucho de nada en general. Solo que había presentido que Alguien había abierto la puerta, se había sentado en la cocina, se había servido un desayuno de tostadas y había sintonizado radio 1. Y al despertar un día, el Hombre vio todo el desorden de la cocina y la toalla en el suelo del baño y el periódico subrayado y su DNI con una fotografía que no era la del Hombre sino de Otro. De ese Alguien que había dejado platos sucios y un caos de ave de grandes alas destrozando el mundo.
Asustado, se recluyó en el patio interior de su casa y se había rodeado de flores que empezaron a crecer a pasos agigantados. Porque el hombre no sabía nada del Perro y tampoco sabía nada de las flores, pero lo extraño era comprobar que las flores iban devorando su cuerpo mientras escuchaba a Alguien dentro de su casa abriendo puertas y apagando luces y arrastrando su calavera por el suelo.

Y los vecinos desde las ventanas contemplaban el patio interior y veían al Hombre cubrirse de flores y desaparecer tras sus gafas y lentamente retirarse del mundo porque ese Alguien era ahora quien abría la puerta y enseñaba sus dientes y levantaba el polvo con una escoba cada mañana tras su desayuno de tostadas.

El Perro no volvió a salir de su cobertizo. Y el Hombre desapareció entre las flores.
Pero Alguien con otro rostro y otros huesos se consumía dentro de la casa. Y la casa empezaba a caer y con ella todos los cadáveres y Alguien se asomaba a la ventana y golpeaba los cristales y asustaba a los niños mostrando su calavera en la mano.
 
Nadie encontró al Hombre.
 
Pero todos dijeron haber visto a Alguien.

Dragón (J. S.)


¡Dragón!

El rumor se extendía con rapidez por la comarca. Los aldeanos, despavoridos, corrían a encerrarse en sus casas, atrancaban las puertas con lo que podían, apenastenían tiempo de hacer acopio de alimentos o de agua. Algunos se escondían en las grutas, al pie de las colinas; otros, en los establos, dentro de los pajares; había incluso quienes empezaban a pensar a cuál de sus hijos entregar al dragón, para aplacar su furia y salvar al resto de la familia.

¡Que viene el dragón! ¡Escondeos todos!

Llegaban noticias confusas y contradictorias de todas partes. Algunos decían haberlo visto: una bestia de color verdoso y cola amarilla, grande como una montaña; otros decían que era negro y con garras rojas, y que exhalaba un fuego azul; también se corrió el rumor de que se encondía en el lago Esmeralda, mientras otros decían haberlo visto sobrevolar las cumbres de la sierra Arcoiris, y que sólo tendría el tamaño de seis o siete buitres leonados.
¡Ya está aquí! ¡No os asoméis! ¡El dragón os devorará!

Las calles de los burgos quedaron vacías. Las campanas de las iglesias dejaron de repicar. Un silencio insoportable se apoderó de la comarca. Dentro de las casas, las ancianas rezaban el rosario compulsivamente entre susurros; los hombres aguardaban, espada en mano, con el corazón en la garganta; los niños no podían dormir, pero igualmente se metían debajo de las mantas y sollozaban en voz baja hasta quedarse sin fuerzas.

Nadie se movió en varios días. La mayoría ni siquiera se atrevió a asomarse a las ventanas. Familias enteras pasaron hambre, se quedaron sin agua, hicieron sus necesidades en un jarrón, en una olla, en un agujero del suelo de la cocina. Una mujer casi asfixió a su bebé porque no paraba de llorar y el ruido podía delatarles. ¿Cuándo se iría el dragón? Era lo que todos se preguntaban y nadie podía saber.

Un día, sin poder soportar ya más la sed y las penurias, el herrero de Villarroble se armó de valor y se atrevió a salir a coger agua del arroyo. Afuera todo estaba tranquilo. Indagó un poco por los alrededores, escrutó el cielo, pegó la oreja a la tierra por si se oían sus pisadas. Pero no había ni rastro del dragón.

Poco a poco, los habitantes de la comarca empezaron a salir. El peligro parecía haber pasado. Y, cosa curiosa, el dragón no había dejado rastro alguno. Ni huellas de sus enormes garras, ni ovejas calcinadas por su aliento de fuego, ni doncellas secuestradas para su harén. Lo que sí descubrieron los campesinos es que buena parte de sus cosechas y de sus rebaños había desaparecido. Pero de los destrozos habituales causados por un dragón, no hubo nada de nada.

Ese año, los aldeanos tuvieron que apretarse mucho el cinturón para lograr sobrevivir. Curiosamente, todos los que al principiodijeron haber visto al dragón, cuando fueron interrogados, admitieron que sólo habían repetido lo que otros les habían contado. No encontraron a nadie que lo hubiera visto con sus propios ojos.

Y más curioso todavía: a pesar de la escasez general, los que trabajaban para el señor del castillo contaban que, ese año, las despensas de su amo estaban a rebosar de grano, frutas y carne.

Cave draconem.

(J. S.)

El espejo (Jorge Bofill)


Hola, soy Darck, siempre me he sentido como que no encajo en este mundo es como si el mundo fuese un puzzle y yo no fuese una pieza de ese puzzle, soy como el típico bicho raro al que nadie quiere pero todo eso cambió hace tiempo. Os contaré lo que pasó.

Todo el verano del año pasado como siempre yo estaba en la cama sin hacer nada y escuché un susurro en mi oreja que me dice a "atrévete". Claro, yo me levanté corriendo y miré si había alguien pero nada me puse a jugar con el ordenador y volví a escuchar el mismo susurro.

En ese momento estaba súper asustado y confundido  no sabía si me estaba viviendo loco o estaba pasando algo muy raro y siniestro me puse a pensar pero no entendía a que se refería , me fui a lavar la cara pero sentía algo como si me estuviesen mirando y vi que mi reflejo en el espejo no hacía lo mismo que yo. Fui corriendo a por el teléfono llame a la policía les dije que había un extraño en mi casa acudieron enseguida les explique todo y no me creyeron solo me creyó uno llamado Flex, el me dijo que si yo tenía el sentimiento de que no encajo en el planeta le dije que si también me preguntó si de pequeño me había pasado algo malo, algo que me traumatizase. Le dije la verdad: mi infancia no fue muy bonita por varios motivos que no diré Flex me dijo que tuviese cuidado con mi espejo que el se quedaría conmigo por si pasase algo. 

Aquella misma noche vi una sombra desperté corriendo a Flex; me dijo que íbamos a hablar con el espejo cuando apareció mi reflejo, se empezó a mover, claro, yo estaba petrificado pero lo peor fue ver que el reflejo de Flex también se movía sin que Flex hiciera nada. En ese momento algo nos empujó y nos metimos dentro del espejo y aquí, en este lado, sí encajo.

Y eso es lo que pasó.

(Jorge Bofill, 2º C)

Haikus (el escritor Tarik)

Otoño, 
hermosa alegoría de colores, 
de una naturaleza muerta.

Y guardé mis recuerdos 
en el viejo cajón 
de los papeles muertos.
 
(Tarik Zidane, 2º C)

Visitad Leolandia: un país muy original

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