Siempre me he preguntado qué se sentirá ser alguien especial.
Esas personas a las que todos conocemos que son incapaces de caer mal a la gente.
Sí, eso, personas que caen mal por su exceso de amabilidad .
O personas aparentemente corrientes, pero que resultan especiales para otras personas.
Ese grupo de amigas que observas a lo lejos y te causan envidia.
Te preguntas qué esconden. Por qué son amigas. Que tienen de especial.
Por qué se merecen amor.
O en cualquier caso, por qué lo poseen.
Aunque lo parezca, no es fácil distinguir a las personas especiales a simple vista.
Siendo sincera, yo nunca he sido una persona especial.
Al contrario.
Yo siempre he seguido a las personas especiales.
Pero jamás he sido capaz de convertirme en una.
El único amor que recibo, aunque grande, me sabe a poco.
Es escaso.
Y, quizá sea egocentrismo.
Lo siento, mamá.
Lo siento, familia.
Pero vuestro amor me resulta casi insignificante.
Sigue siendo amor, sí.
Pero me gustaría saber qué se siente que alguien te quiera sin estar en la obligación de hacerlo.
Porque, aceptémoslo, nuestras familias, nuestros padres, nuestros hermanos.
Ellos están en la obligación de querernos.
Una obligación moral.
Una construcción social.
¿Quién tiene tan poco corazón como para no amar a su hijo?
¿Para no amar a su hermano?
¿A su nieto?
¿Quién?
Nuestros padres están en la obligación de amarnos aún antes de haber nacido.
Están obligados a vernos como las personas más maravillosas de este mundo.
Acéptalo.
No eres guapo.
No eres bueno cantando.
No dibujas bien.
Eres tan común como todos.
Entonces, ¿por qué parece haber personas especiales?
¿Por qué existen personas más merecedoras de amor que otras?
¿Por qué unos tantos y otros tan poco?
No.
No sois iguales.
No os merecéis lo mismo.
Mírate al espejo.
Veras a alguien normal.
Si eres especial, a lo mejor a alguien especialmente atractivo.
O con una característica física peculiar. Pero a una persona al fin y al cabo.
Entonces ¿por qué eres especial?
Porque hay algo fuera de lo común en ti.
Algo subjetivo, casi imperceptible, pero que está ahí.
Si no eres especial, verás a alguien muy parecido a los antes mencionados.
Quizá feo, quizá atractivo.
No es por bajarte la autoestima, pero probablemente seas más la primera opción que la segunda.
La sociedad es así y lo sabes.
Pero también tienes ese algo subjetivo rodeándote.
Yo tengo una teoría.
Cuando nacemos no somos especiales.
Somos todos demasiado corrientes.
A medida que el tiempo pasa.
Tú pasas por cosas.
Entonces ese algo que te rodea irá tomando forma.
Y definirá, con el pasar de los años, si serás alguien especial o no.
Pero te tengo una buena noticia, eso va cambiando constantemente.
No se estanca en un punto de tu vida.
Así que aún existe la posibilidad de que te conviertas en alguien especial.
Hurra.
Pero he de advertirte algo.
No es fácil.
Estudios demuestran que nuestra personalidad se define a edad temprana. Y, aunque existe la posibilidad de cambiarla en un punto avanzado de tu vida, no resulta fácil hacerlo.
Y nunca lo hace por completo, porque está hecha de vivencias y sentimientos.
Estos mutan a recuerdos
Y los recuerdos no se pueden modificar, ni sustituir.
Si no eres alguien especial seguro que comprendes lo que digo.
Y te tengo otra noticia.
Una gran cantidad de personas son especiales.
Y otra gran cantidad son un conato. Una persona especial en ciernes.
De hecho, lo son tantos, que los nombres deberían de ser intercambiados.
Nosotros deberíamos ser denominados especiales.
Pero entonces se perdería la magia de la palabra.
(Natalia Lalama, 4°C)
Maravilloso, Natalia. Brutal, descarnado, profundo. ¡Grande!
ResponderEliminarSí que es bueno, muy directo.
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