Me dije que para motivo yo fuera,
que no ella, ni sus tantas promesas.
Promesas que en palabras llamas eran
pero que al final en actos solo brasas.
Me repetí que por mí debía reír,
que por mí bailar, que por mí cambiar.
Y mira que me lo repetí y me advertí
pero a quién quiero mentir, no me creí.
Quizá podría culpar a la curva de su ocaso,
aquella que surcaba cual Colón enamorado.
O quizá a la otra, esa que no solo había besado,
esa que además con la labia se había lucrado.
Y tonto de mí por pensar en valses,
en críos, en perdices, en siempres y lugares.
Que burro de mí, cabezota que en ti creyó,
porque para motivo tú, vacío yo.
(Ptrv)