miércoles, 1 de abril de 2020

Dragón (J. S.)


¡Dragón!

El rumor se extendía con rapidez por la comarca. Los aldeanos, despavoridos, corrían a encerrarse en sus casas, atrancaban las puertas con lo que podían, apenastenían tiempo de hacer acopio de alimentos o de agua. Algunos se escondían en las grutas, al pie de las colinas; otros, en los establos, dentro de los pajares; había incluso quienes empezaban a pensar a cuál de sus hijos entregar al dragón, para aplacar su furia y salvar al resto de la familia.

¡Que viene el dragón! ¡Escondeos todos!

Llegaban noticias confusas y contradictorias de todas partes. Algunos decían haberlo visto: una bestia de color verdoso y cola amarilla, grande como una montaña; otros decían que era negro y con garras rojas, y que exhalaba un fuego azul; también se corrió el rumor de que se encondía en el lago Esmeralda, mientras otros decían haberlo visto sobrevolar las cumbres de la sierra Arcoiris, y que sólo tendría el tamaño de seis o siete buitres leonados.
¡Ya está aquí! ¡No os asoméis! ¡El dragón os devorará!

Las calles de los burgos quedaron vacías. Las campanas de las iglesias dejaron de repicar. Un silencio insoportable se apoderó de la comarca. Dentro de las casas, las ancianas rezaban el rosario compulsivamente entre susurros; los hombres aguardaban, espada en mano, con el corazón en la garganta; los niños no podían dormir, pero igualmente se metían debajo de las mantas y sollozaban en voz baja hasta quedarse sin fuerzas.

Nadie se movió en varios días. La mayoría ni siquiera se atrevió a asomarse a las ventanas. Familias enteras pasaron hambre, se quedaron sin agua, hicieron sus necesidades en un jarrón, en una olla, en un agujero del suelo de la cocina. Una mujer casi asfixió a su bebé porque no paraba de llorar y el ruido podía delatarles. ¿Cuándo se iría el dragón? Era lo que todos se preguntaban y nadie podía saber.

Un día, sin poder soportar ya más la sed y las penurias, el herrero de Villarroble se armó de valor y se atrevió a salir a coger agua del arroyo. Afuera todo estaba tranquilo. Indagó un poco por los alrededores, escrutó el cielo, pegó la oreja a la tierra por si se oían sus pisadas. Pero no había ni rastro del dragón.

Poco a poco, los habitantes de la comarca empezaron a salir. El peligro parecía haber pasado. Y, cosa curiosa, el dragón no había dejado rastro alguno. Ni huellas de sus enormes garras, ni ovejas calcinadas por su aliento de fuego, ni doncellas secuestradas para su harén. Lo que sí descubrieron los campesinos es que buena parte de sus cosechas y de sus rebaños había desaparecido. Pero de los destrozos habituales causados por un dragón, no hubo nada de nada.

Ese año, los aldeanos tuvieron que apretarse mucho el cinturón para lograr sobrevivir. Curiosamente, todos los que al principiodijeron haber visto al dragón, cuando fueron interrogados, admitieron que sólo habían repetido lo que otros les habían contado. No encontraron a nadie que lo hubiera visto con sus propios ojos.

Y más curioso todavía: a pesar de la escasez general, los que trabajaban para el señor del castillo contaban que, ese año, las despensas de su amo estaban a rebosar de grano, frutas y carne.

Cave draconem.

(J. S.)

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