-De pronto se quitó la camisa dejando al
descubierto su espalda. Un millón de tatuajes la recorrían de un lado a
otro, sin dejar un hueco libre, tratando de tapar las cicatrices que
había en ella.
Yo, con
delicadeza, rocé todas y cada una de ellas con la punta de mi dedo
índice. Al instante, él giró la cabeza, y me echó una mirada de dolor,
yo lo compadecí dándole un fuerte abrazo y susurrándole al oído su
canción favorita.
Él mojó mi hombro con sus lágrimas de terror por lo que estaba por venir.
Yo
seguí cantando, seguí y seguí hasta que sus ojos se cerraron por
completo, lo acosté y lo arropé con ternura. Pero ya nadie estaba a
salvo.
Un fuerte alarido
lo despertó, pero ya era muy tarde, la pared se derrumbó y él quedó
inmóvil bajo los escombros de las vías, en la mañana del jueves, 11 de marzo de 2004. Lo siento, pero no me acuerdo de mucho más…
-No se preocupe, señorita, podremos reconstruir los datos de la muerte de su marido en el 11M, puede marcharse.
(Belén Blanco, 2º D)
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